CAMINA

Tú, que me salvas de la vida,
que me llevas a la muerte,
confesor imperdonable de mis pecados.
 
Que me concedes a días,
cual vis a vis un espacio en tu cárcel maldita,
que en voces de otros, suenan mejor,
al llegar a mí, las penas.
 
Profeta silencioso de las almas,
inmortales, dubitativas,
dame alas en las raíces forjadas.
Camina errante en la ventura
o desventura del suceso,
pero camina, con risa eterna,
en el frío invierno y las bélicas quimeras.
 
¡Camina! dije;
Tú, que me salvas de la vida,
que me llevas a la muerte,
confesor imperdonable de mis pecados.

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