Me siento, lo observo, me deshago de todo cuanto le rodea, me adentro en el con la mirada, no lo comparo con lo demás; solo lo miro a él. Tiene muchas cosas que decirme, pongo a un lado los pensamientos de si alguna vez alguien lo ha mirado como yo, si alguien le ha preguntado como se encuentra, si se siente solo o desprotegido, continúo observándolo y le pregunto, puedo escucharlo, es pequeño pero tiene muchos años, aunque no quiere contarme nada de su edad realmente, quiere que continúe preguntándole, quiere que le cuente que he sentido al verlo por primera vez, por qué de todos le he escogido, quiere que le vaya viendo por partes, en diferentes días, a diferentes, a diferentes horas, quiere que me pregunte cómo ha llegado hasta aquí, si acaso mi percepción lo encuentra robusto o frágil, si confío, si logro hallar sus virtudes, no quiere que le cuente sus ramas, no quiere que le ponga nombre, no quiere que descubra su pasado sino, que me adentre en sus cambios, en el aquí y el ahora, quiere que le diga que puedo ver más allá de su primera, segunda y tercera silueta producida por el primer instante, quiere que lo escuche, que olvide lo que otros puedan pensar al compararse con él, quiere transmitirme que no lo veré igual tras agachar la vista y volver a levantarme.
Girando continuamente una hilera de polvos caen a tierra, diversidad de pastas ocultan la madera de una viva paleta, creando un mapa que da como resultado el final de horas empleadas en ello, ausencia de materiales provocan la sonrisa del gusto por el hacer, del entretenimiento para pasar los minutos que quedan, junto a melodías que recuerdan lo que en ellos un brazo unido a un pincel y un subconsciente plasman, escucho las cuerdas de una guitarra y sinceridad al mostrarse sin arreglos, errores y voces de fondo, en definitiva, la más adorable naturalidad, hoy de nuevo, el sol saldrá, los pájaros del amanecer escucharé piar, entonces será hora de reposar, soñar y bajar los párpados para descansar.
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