DANZA MACABRA
Danzó en el comedor con mis pies,
agarrados a su cintura,
podía sentir todavía su presencia,
como una danza macabra,
en la que solo los espíritus,
son visibles,
en un presente atemporal.
La tormenta apretaba y en el recuerdo,
con la muerte por bandera,
él continuaba sentado en aquella silla,
animando a lo que para él era vida.
Desvirtuada por la melodía,
la independencia de dos seres incautos.
Era víctima,
del sublime placer desgarrador,
provocado por el ego que allí existía.
Uno al otro,
se dieron placer independiente de la convivencia,
hasta llegar a la más placentera derrota,
donde las manos ya no eran protagonistas.
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