Una clásica por favor.

Mala vida,
amigo mío,
mala vida,
tenue color amarillo,
rebosando espuma por las paredes,
amargo sabor con consuelo salado,
desesperación e insatisfacción por la necesidad de volar,
volar,
eso,
volar,
ordeno una y otra vez las zapatillas,
reviso que todo esté en perfectas condiciones,
tremenda virtud,
ansiedad de gradas,
cuestas,
caminos,
y acabar con este peso,
que me tiene bajo tierra.

Será el momento,
el lugar,
lento, me dicen,
lento,
no me gusta adelantar,
pero esto requiere impaciencia,
mejoría legítima,
o puede que me ahogue,
¿no?,
no me ahogaré,
no vas a tener ese placer,
esas ganas austeras,
que considero chistes en tu boca,

vuelca ingratamente;
la caída es compleja,
pero no,
no lo tendrás,
lejos,
muy lejos,
te pierdas entre las tenues heces que dejaste,
para que él las creyera migas de pan.

Penúltimo trago;
golpe severo;
abreté de piernas,

pues,...

Se acabó lo que se daba.

La complejidad no es más,
que el simple asunto.

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